ACERCAMIENTO A LA CRÓNICA
Recuerdo de Primaria
Robert Salas
Hoy en día
puedes ver a Manuel Suarez de lunes a sábados, con 21 años yendo a la ciudad de
Valerana trabajar, quien tenga trato con él puede decir que es una persona
promedio, que quizás no tenga nada que contar o ninguna historia interesante,
esto puede ser lo que su cara o aspecto dicte a las personas. Tal vez a Manuel
no le guste recrear lo que vivió en la primaria, en su niñez. En la escuela
“Eduardo Blanco” principal primaria del municipio Escuque, en esa época muy
actualizada por reparaciones y mejoras extras como el salón de computación, cuando
mis amigos y yo cursábamos el cuarto grado, mientras que el niño Suarez
estudiaba segundo grado, con baja estatura y timidez característica de la
niñez, todo era juegos y controversias inocentes, nada fuera de lo normal,
pero, y con mis ojos lleno de temor y reviviendo ese apretón en el pecho, que
hace que me tiemblen las manos en este momento presionando las teclas de mi
computador puedo contar un hecho que nos marco a todos en la escuela.
Una mañana de principios de año
escolar, estando los pasillos vacíos, un grito ensordecedor se hace escuchar,
era con mucha fuerza, se sentía un dolor en la onda expansiva, un dolor que
hizo que mi piel pasara a ser la de un ave, sabíamos que era distante pero lo
sentías al lado del oído y luego murmuro, murmuro de profesores y directivos,
de los cuales y a través de averiguaciones dimos con que era un niño de grados
menores que nosotros, al que le dolía tanto la cabeza que lo hizo saber de esa
manera.
Me salto al viernes siguiente porque
los dos días anteriores no supimos nada, fue una de las señoras encargadas del
comedor quien nos dijo, antes de formarnos para entonar el himno, nos dijo que
era ese niño el que había gritado, que tenía dos días sin asistir a clase y que
ese día se estaba reincorporando. Sin prestar mucha atención a eso y sin saber
lo que vendría se nos paso el tiempo hasta el recreo, ahí nos encontrábamos
jugando fútbol en el patio cuando de la nada se escuchamos de nuevo aquel grito
que descrito como impresionante nos envolvió de temor a todos, esta vez
sabíamos de donde venia y en carrera nos acercamos a las afuera del comedor
donde había una especie de cerca humana rodeando a alguien.
¡Manuel!
¡Manuel! Gritaba una profesora y cuando por fin logré ver, era él, o al menos
el cuerpo de él, para describir lo que vi, tengo que hacer poca memoria pues la
imagen esta como una cicatriz en mi mente.
Manuel estaba en
el piso apoyado en sus manos y rodillas, como una postura de un animal de cuatro
patas, se asemeja a la de un feroz león maligno, así lo describo porque su cara
estaba con una expresión de mucho odio, de rabia, de desprecio al que miraba, a
nosotros, su boca dejaba ver sus dientes apretados con mucha fuerza y botaba
espuma que no parecía saliva y con un sonido como de rugido bajo pero
demoníaco, a quien miraba dejaba sin aliento de la impresión terrorífica que
daba. Allí permaneció por unos 25 minutos hasta que llegó su mamá y lo
tranquilizo de manera instantánea con nuestras miradas puestas en ese acto
fuera de lo común.
Fue solo hasta
aproximadamente un mes de año escolar en que vimos a Manuel otra vez, con una
expresión diferente, con mayor interacción en el recreo, sonriendo, su
profesora le contó a la nuestra que lo noto muy diferente, en el buen sentido
de la palabra.
Durante su
ausencia y con preguntas a las señoras del comedor, a la profesora y a otros
compañeros estudiantes supimos que al parecer su mamá era santera, bruja,
practicaba brujería o magia negra y trabajos de maldad, con cosas como esas; no
se supo si esto era cierto porque éramos muy niños para que nos detallaran
todo. Pero puedo decir ahora con razonamiento propio y después de 14 años de
aquello tan impresionantemente horrible y tenebroso, que Manuel tenía algo
maligno dentro de él que no era de este mundo, que no era de Dios y con esto
concluyo diciendo que eso era un demonio y que con el favor de Dios, Manuel
Suaréz hombre se haya librado de eso.
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