RECOGIENDO
UNA HISTORIA DE VIDA
¡NO SÉ CUANTO COMPADRES
Y COMADRES TENGO!
Damelys Astrid Rivas Briceño
Saira
del Carmen Rivas, de 78 años nacida en los cerros de Monte Carmelo estado
Trujillo el 5 de octubre de 1937, hija de Victoria Rivas y Eutimio Briceño; ambos
trabajadores en la agricultura; es la menor de tres hermanas y mayor que su
único hermano. Ermida la mayor, Amalia
la segunda, y Jacinto el menor.
Desde
los ocho años de edad ya trabajaba con su mamá en la agricultura, sembraban
maíz, cambur, café para el consumo de
ellos, a los nueve años empezó a trabajar, agarrando café, en ese momento
obtuvo su primer sueldo de un medio. Sus primeros años de edad
los vivió donde su abuela materna, en el caserío de San Antonio, al tiempo se
mudaron a un rancho de barro y el techo
de fajina y de una hoja que se llamaba yucatán que junto a sus padres y
hermanas construyeron, aun no había nacido su hermano menor. Toda su infancia y
adolescencia la vivió en dicha casa, hasta los 20 años que se casó. Saira y sus
hermanos nunca estudiaron pues el tiempo alcanzaba solo trabajar, además para
los años de 1940 no hubo escuelas cercanas ni nadie que los escolarizará. Su
infancia estuvo cargada de trabajo ayudando a sus padres, que junto a sus hermanas se cubrían las semanas de
trabajo, turnándose entre los quehaceres del hogar y las agarradas de café, a
las cuales buscaban por sus manos pequeñas y por su inteligencia para hacerlo.
Cuenta Saira - que Una semana trabajaban para comprarle un vestido a una hermana, la
siguiente trabajaban para comprarle a otra hermana y así- . Su hermana
mayor Ermida, la enseño a coser, y la menor raspaba fique para hacer clinejas
que se usaban para hacer las alpargatas. Cocinaban a leña, por turnos igual con
sus hermanas, mientras que sus padres trabajaban el día.
Cuando
le pagaban la semana bajaban al pueblo de Monte Carmelo hacer “el mercadito” donde muchas veces lo
sacaban fiado, aunque no era mucho lo que compraban, solo lo que alcanzaba con
cinco bolívares (de los de antes, para
1940), dentro sus compras más necesarias estaba, la panela, el kl de
pescado, las lentejas y arroz. Algunos vecinos que tenían ganado le regalaban
“cuajadita”, cuando sacaban leche, o un potecito de leche y eso le alcanzaba
para la semana. Dice la abuela - “se
comia, fue critico cuando eso, pero se comía bien, nunca vivíamos flacos, ni
nos enfermábamos, si acaso le dolía algo, se le echaba ramitas, hiervitas y con
eso se mejoraba”-.
Su
juventud fue muy tranquila, salía con sus primas y hermanas a visitar a los
vecinos, por el mismo caserío, en época decembrina siempre salían a las
parrandas, y la búsqueda del niño, cantaban y bailaban y “todo era muy sano”, los domingo bajaban al pueblo de Monte Carmelo
a escuchar la Santa Misa, los cuales cada domingo recibía la comunión. No tuvo
novio durante su adolescencia, el único que tuvo fue para casarse, la gente “de por ahí” se entero fue cuando ya nos
fuimos a casar, ya que en cada misa el sacerdote anunciaba su matrimonio.
Siempre tuvo presente que se iba del lado de su mamá cuando ya se casará. Una
de sus anécdotas de adolescente fue que, caminaron cerro arriba, llegaron al páramo Los Torres y bajaron hasta el pueblo de La Puerta a comprar una máquina
de coser para su hermana mayor, que aun conservan esa misma máquina, Saira
tenía 11 años cuando trajeron la máquina de coser, ella recuerda que les costó
200 bolívares. Gracias a esa máquina aprendió a coser, siguiendo las enseñanzas
de su hermana mayor.
Para
1957, y después de 3 años de ruego, con dos meses de novios, Saira se casó con
José Cervelión Rivas, oriundo también de San Antonio, fue un enorme matrimonio, muy lindo – comenta la abuela – me casé
por todo, el matrimonio por el civil lo presidio el prefecto Eraclio Barrios,
el matrimonio por la iglesia fue en la misma semanas. Luego del matrimonio,
subieron a caballos hasta San Antonio, la fiesta duró toda la noche, vino gente
de todos lados, hasta de La Puerta. De allí, Ella se mudo a la casa materna de
su marido, vivieron un año en San Antonio, Luego se fueron a Maracaibo, después
al Vigía, se volvieron a mudar a Casa Azul y por último Buena Vista. – “En Maracaibo yo llegue a trabajar, Tuve una
buena bodega, vendía cerveza y víveres. En El Vigía vivimos de la siembra de
yuca, y tenía cuatro vaquitas, en Casa Azul estuvimos encargados de una
hacienda, y ahora, aquí, en Buena Vista, en todos lados donde hemos vivido dejé
muchas comadres, y buenas amistades”- comenta la abuela.
Del
matrimonio de la Abuela Saira y José Cervelión nacieron 11 hijos; Alba, Luis
Alberto (Kiko), Lesbia, Herry, Freddy, Gaudy, Dora, Amelia, Gustavo, Nancy y Elauteria. Tiene 27 nietos y 6 visnietos. “En temporadas siempre se hacen presente, me
acompañan y visitan, mis nietos siempre están aquí, ahorita vive dos conmigo”.
A la Abuela Saira siempre le ha gustado trabajar, coser, atender su hogar,
atendió peones, se levantaban de madrugada para ayudar a trabajar a sus esposo,
y siempre le acompaño en la decisión de negocios y de trabajos que Él decidía
hacer, desde hace más de 15 años no vive con su esposo por problemas personales,
y desde entonces no ha tenido más esposo, sus creencias familiares y religiosas
no comparte que vuelva a tener otro esposo.
Desde
hace algunos años conozco a Saira del Carmen, su estupenda labor con la
costura, su receptividad y gentileza con las personas que La visitan, las
atenciones con sus nietos son unas de las características que señalan las
personas del pueblo de la Abuela Saira, como ama de casa trabajadora. Siempre
hemos conversado sobre plantas, frutas y el largo recorrido que hizo en sus
mudanzas junto a sus esposo e hijos, todo esto comiendo chimo (en un pote, con
arena escupe). No obstante su hermosa labor comunitaria y religiosa de gran
significado que, hace obtener una mirada muy humilde a enfatizar a la Abuela
Saira en esta oportunidad es la colocación de Agua Bendita a las niñas y los
niños de la comunidad y pueblos vecinos.
“echar
agua es fácil” comenta la abuela, que está dispuesta a
enseñar, para que la tradición no se pierda, más que una tradición es
protección a los niños, su devoción por su patrona, la Virgen de Monte Carmelo,
ha hecho que por más de 20 años coloque el agua bendita. La abuela Saira
comenta, que fue un encargo de un señor que las colocaba en el pueblo, ya
estaba muy viejo, murió de cáncer, y él vio en Saira un buen porte, de madre
ejemplar y una mujer católica. Desde su primera vez hasta entonces cada cierto
tiempo iba a una nueva casa a dar la bendición al niño que nacía “echando agua
bendita” ahora, con el crecimiento de población y los nacimientos más a menudos
cada mes o fin de semana la buscan para dar bendición a otro nuevo niño. – “cuanto muchacho nace por ahí, de una vez,
busca a Saira” comenta.
No
sé cuanto compadres y comadres tengo, enfatiza, lo
cierto es que cada niña y niño conocido en el pueblo de Buena Vista que es
Católico, la Abuela Saira le ha echado agua, “pasan por la casa, epale comadre,y los ahijados, bendición madrina”,
antes iba a echar agua, ahora si me lo traen, por los dolores de las piernas ya
casi no puedo caminar lejos, es entonces que
cada 15 días o fines de semanas la abuela se echa su pintica para “echar
aguas”. No cobra ni medio, - ¡¿Cuánto
le debo dice la gente?! Nada, solo una linda amistad, - dice la abuela.
En cierta oportunidad la visitaron unos misioneros que andaban por la
parroquia, ella le comentó que si estaba bien colocarle el agua a los niños,
los misioneros sin duda la felicitaron por su labor, que eso protegía mucho a
los niños, sin embargo, que después de echarle el agua, debía decirles a los
padres que llevarán al niño a la iglesia para que los bautizarán.
Para
echar aguas, la abuela Saira nos comenta algunos paso que deben tomar en cuenta
para su realización:
-
Ella siempre lleva consigo una cruz.
-
Se debe tener una vela encendida, la
cual un padrino o una madrina tendrá.
-
Agua bendita en un vaso. “como ahora cada niño tiene muchas madrinas y
muchos padrinos, ello los acomoda para que todos puedan agarrar el niño”.
-
Se inicia con la señal de la cruz, luego
el padre nuestro, culminado, se empieza a decir el Credo. Se dice el nombre del
niño, por tres veces: se dice, el nombre del niño y si quiere ser cristiano,
luego por tres veces si renuncian al mal.
-
Para finalizar, con agua bendita se le
hace al niño una cruz en la frente, cada padrino y madrina lo debe hacer. Se
echa la bendición.
Buena Vista es un pueblo pequeño que
guarda un enorme manantial de saberes y creencias en sus pobladores, sus
inmigrantes han traído consigo la construcción de nuevas estructuras sociales
que han formado junto a las tradicionales costumbres lo que hoy somos. La
Abuela Saira significa para muchos, el adentrarse a través de las aguas a una
forma de vida cristiana, con valores de trabajo, responsabilidad, solidaridad;
y aún más una expresión de saberes cultuales.
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